jueves, 19 de febrero de 2009

Discapacidad y sexualidad

Somos conscientes de lo complejo que le resulta a nuestra sociedad abordar el tema de la sexualidad humana en general. Aún más difícil resulta cuando se trata de la sexualidad de una persona que sufre una discapacidad.
Para ello es necesario contemplar las diferentes dimensiones de la sexualidad humana y considerar que una manera positiva de vivirla como ser sexuado va a ser la base de una buena salud y calidad de vida de los diferentes miembros de nuestra sociedad; sin distinción de sexo, edad, características especiales o modo de vivir la propia sexualidad.
Las personas con capacidades diferentes pertenecemos a una de las minorías a las que se les ha negado por sistema toda posibilidad de resolver sus necesidades afectivas y sexuales.
Si hacemos un rápido repaso histórico, podemos decir que hasta los años 50-60 del siglo XX, las personas con discapacidad vivían segregadas en la familia o en instituciones y sin ninguna relación con personas del otro sexo que no fueran la familia o profesionales. En los años 70 se incorporaron Derechos Sexuales para los Discapacitados; pero sólo fue una declaración.
En los años 80-90 comienzan a elaborarse programas de educación sexual dedicados a la información y a la prevención de los riesgos asociados a la actividad sexual de las personas con discapacidad.
La conciencia de que muchas personas con discapacidad sufren abusos sexuales acentuó el énfasis en la educación preventiva.
De un tiempo a esta parte, en nuestra sociedad, se viene hablando de normalidad y de integración (escolar, laboral, etc.), excepto en el momento de admitir que los discapacitados tenemos instintos, deseos y vida sexual.
La sexualidad en personas con Discapacidad es objeto de interés en la actualidad; aunque históricamente, como ya hemos analizado, ha estado cargada de mitos y prejuicios.
Existen muchos tipos de discapacidad, como también muchas personas diferentes con algún tipo de discapacidad. Todas ellas, además, son distintas y únicas en su sexualidad.
Existe también, una percepción respecto de la idealización de determinados modelos de belleza y éxito social (y sexual) , donde se ensalza la idea de que solamente personas con un determinado físico, habilidades, capacidades y características pueden resultar atractivas y conseguir ser felices a nivel personal, afectivo y erótico.
De hecho, incluso la imagen que socialmente se ha tenido de las personas con discapacidad (y que afortunadamente está cambiando actualmente) es que en cierta manera son personas que no necesitan o tienen sexualidad, ni tienen posibilidad de disfrutar de su erotismo. Algunas de las ideas negativas y erróneas con respecto a la discapacidad es que convierte irremediablemente a estas personas en sujetos torpes, dependientes, caprichosos, inútiles, molestos, inflexibles, incapaces de aprender nada nuevo, físicamente poco atractivos, lentos… y, por supuesto, asexuados.
En muchas ocasiones, el obstáculo no es tanto la discapacidad concreta de la persona, sino más bien las barreras sociales que le impiden o dificultan desarrollarse y desenvolverse con el máximo grado de autonomía que su discapacidad concreta les permita. Considerar a alguien con algún tipo de discapacidad como una persona ‘asexuada’ o carente de sexualidad es algo frecuente en nuestra sociedad. A veces nos encontramos con que socialmente el concepto de sexualidad es equiparado al de la reproducción, de tal forma que si se considera que alguna persona es poco apta para tener hijos (por poseer alguna discapacidad que afecte o complique a la reproducción, o bien por afectar a su capacidad para hacerse cargo de una familia), se deduce erróneamente que la persona carece de vida o actividad erótica, o incluso de interés por tenerla.
Desde los primeros años de vida necesitamos relacionarnos con personas diferentes. El ser humano siente la necesidad de contacto corporal (tocar y ser tocado, acariciar y ser acariciado, abrazar y ser abrazado) y de intimidad emocional (necesidad de expresar, entender y compartir emociones), necesidad que se resuelve, desde la infancia a la vejez, con los padres, familiares, amigos, pareja e hijos. Las personas con discapacidad resuelven estas necesidades con los padres y las personas que las cuidan; pero es frecuente que no puedan resolver sus necesidades de intimidad afectiva y sus necesidades sexuales más explícitas. Es posible que una persona con discapacidad no pueda disfrutar de algunas cosas, pero eso no significa que no pueda disfrutar del resto. Es posible que las piernas no sientan, pero pueden sentir los labios, el cuello, las manos, los pechos. Es posible que no vea, pero que pueda oír y tocar, y hasta pueda saborear al ser amado. Es posible que se ame de forma diferente, o se exprese de forma diferente la atracción y el deseo cuando las capacidades intelectuales son también diferentes, pero aún así se ama y se desea.
Las limitaciones propias de la discapacidad, la sobreprotección familiar, la carencia de entornos en los cuales relacionarse con los iguales, el no reconocimiento de la necesidad de intimidad sexual, etc., hacen difícil, cuando no imposible, el que las personas con discapacidad tengamos una verdadera vida interpersonal. A menudo el único recurso, a veces también perseguido a pesar de ser natural y saludable, es el del onanismo, recurso que permite la satisfacción sexual; pero no experimentar el contacto y la intimidad con otra persona.
José Bustamante es un sexólogo español y nos deja una hermosa reflexión, que quiero compartir con Ustedes:
“Para gustarle a alguien primero tienes que gustarte tú. En ocasiones caminamos por el mundo con un cartel en la frente que pide perdón, cabizbajos pensando que no valemos la pena, que nadie puede fijarse en nosotros, que no podemos gustarle a nadie, que hasta quien nos dice que nos quiere o le gustamos lo hace por un mero acto de compasión. Seducirse y gustarse no es únicamente una forma de poder gustar y seducir a una posible pareja, supone un ejercicio de autoestima que nos hace más atractivos para nuestros amigos, compañeros, familiares y consigue que la gente de nuestro alrededor le apetezca más estar con nosotros. Pero no sólo eso; significa además que al margen de los demás, nosotros mismos nos sintamos más a gusto, nuestro estado de ánimo sea más positivo y eso nos ayude a ver que además de las dificultades o problemas derivados de nuestra discapacidad, tenemos un montón de cualidades, de puntos fuertes, de cosas que si podemos hacer y de las que podemos disfrutar.
En definitiva, seducirse y gustarse supone aceptar nuestras limitaciones; pero sin dejar de ser conscientes de nuestras virtudes existentes y de las posibilidades que podemos llegar a alcanzar. Seducirse y gustarse es aprender a enfocar lo que me gusta de mí, lo que soy y mostrarlo a quien quiera verlo. Y es que en realidad, tengamos o no tengamos una discapacidad, ésta es la mejor manera de caminar hacia la felicidad.”
Me gusta la consideración de José Bustamante porque cuando la mirada se centra únicamente en las limitaciones, dejando de prestar atención a las posibilidades, somos nosotros mismos los que añadimos una barrera más.
Les recuerdo mi correo electrónico para los que se quieran comunicar conmigo: ursula.klemens@gmail.com
Y recordemos siempre que los Derechos no son privilegios.
Hagamos uso de lo que tenemos y sigamos también trabajando juntos para alcanzar las victorias que nos faltan… Porque como dijo el poeta…“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”… y en él estamos todos.

Úrsula Klemens

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